domingo, 23 de agosto de 2009

Teorías anormales

Muchas veces me he planteado que qué ventajas podría tener vivir en la Edad Media. Ya sé que como dilema moral o duda existencial deja bastante que desear, pero lo he pensado a veces y punto. Llamadme raro o lo que queráis. La primer ventaja que conseguí sacarle a la vida en tan ancestral tiempo tiene que ver con la medicina. No me refiero a los cuidados médicos sino al estado psicológico del paciente.

Hoy en día te pones malo y a la mínima estás en urgencias, hay mil pruebas para todo y no hay dolencia que no se pueda diagnosticar o conocer. Eso a mi me resulta estomagante, vale que al final te curan, pero cansa un poco. Sin embargo en la Edad Media te podría empezar a doler el estómago, tener una úlcera y tener que apechugar con el dolor para siempre. Dice mi hermano que esa época lo que había era entendidos. Un entendido en medicina te puede dar una idea de lo que tienes, pero ni te receta, ni te cura, ni nada de nada. "Sé lo que le ocurre, pero aún no se han inventado las gastroscopias, esto no se puede tratar de momento". Eso como mucho.

La segunda ventaja tiene que ver eso, los inventos. Ahora está todo inventado, es dificilísimo ser un genio. Newton, Copernico y toda esa gentuza no descubrió una mierda, simplemente pusieron por escrito cosas que son de perogrullo. Para que necesito yo saber que las manzanas tienden a caer. Se caen y punto, porque se tiene que caer. Pero el hecho de saberlo en sí a mi no me reporta ningún placer.

Por eso llevo un tiempo tratando de inventar teorías que hagan la vida algo más cómoda a la humanidad. La mayoría de ellas, además de falsas, no están comprobadas. La primera de ellas es sobre la resaca y ya he tratado de darle cierta divulgación en mis círculos de confianza. Ahí va. Creo que cuando te acuestas borracho hay que dormir sin almohada, de ese modo no hay resaca al día siguiente. La he probado millones de veces y no funciona, pero la penicilina no se descubrió a la primera, me imagino que algún día funcionará.

La segunda teoría es algo más personal y subjetiva. A lo largo de muchos años de hacer deporte en los mejores torneos municipales, me he dado cuenta de una cosa. Se rinde muchísimo más, a nivel deportivo, cuando tienes un poquito de ganas de hacer de vientre. Me refiero a esa fase en la que el perrete empieza a asomar el hocico. No se si será por la presión que eso ejerce o por qué, pero yo juego al fútbol como los ángeles cuando tengo un poco de ganas de deponer.

Esta teoría tiene un problema añadido que va en función del tránsito digestivo de cada uno. Resulta muy dificil calcular y medir para que justo a la hora del partido te entren ganas de defecar. Esto le da algo de encanto, el jugar bien o mal al fútbol está en manos del destino, la suerte y los alimentos que hayas ingerido para comer.

Tengo más teorías, pero estas dos me parecen de las más interesantes.

1 comentario: