jueves, 13 de agosto de 2009

Los grandes inconvenientes del cine 3D…

La verdad es que no recuerdo ni un solo momento de mi vida sin tener que depender de las gafas. En primero de E.G.B., un compañero muy borde, que ahora mismo es un veinteañero gordo, me cerró con una puerta en los morros y me rompió las gafas. Dos semanas después y con una montura totalmente nueva, otro compañero me pegó un balonazo y otra vez a la óptica.

A los cinco años, haciendo el tonto en la orilla del río Júcar, me caí y mi padre tuvo que saltar a por mi cual Mitch Bucannan. La corriente me arrastró 40 metros, la única prenda que no se me mojó fueron las gafas. Desde los cuatro años de vida en lo primero que pienso por las mañanas es en palpar la mesilla, encontrar las gafas y posteriormente ponérmelas.

Hace un par de meses instalaron en unos cines de Albacete la tecnología 3D. Como aquí tampoco hay demasiado que hacer en verano, la dichosa sala 11 de los multicines Yelmo se ha convertido en la comidilla de la ciudad. Que si es la tecnología del futuro, que si la imagen mejora muchísimo, que si parece le puedes tocar la cabeza a Denzel Washington… vamos, que al final he tenido que pasarme por allí.

Lo primero en lo que se nota el cambio es en el precio, nueve euros y llevando el carnet joven. Ya tenía la entrada en mi poder y he pensado, “mira que si es verdad y puedo tocarle la cabeza a Denzel”. Pero el señor Washington no salía, justo antes de entrar me han comentado los amigos que íbamos a ver una película de Pixar, “Up”. Tocarle la cabeza a un dibujo animado ya no me motiva tanto, así que, he entrado de malas en la sala 11.

Casi 20 años de mi vida esperando el momento, probándome cada nueva lentilla que salía al mercado para ver si me iban bien. Y ahora que lo he conseguido, pago nueve euros para ver cine en una calidad estratosférica y lo primero que me dan al entrar son unas gafas. Vaya mierda de vanguardia cinematográfica, si es que todas las modas vuelven.

Luego, es una guarrada. Con las gafas, utilizadas previamente por uno de esos señores que sudan a mares por la frente, te adjuntan una de esas toallitas que se usan para después de comer gambas. La única diferencia es que en el envoltorio no dice nada de “olor limón”, sino que te ofrecen un euro de descuento en palomitas. La verdad es que la suciedad del centro de la lente ha saltado con bastante facilidad, pero la mierdecilla de los rincones resultaba inaccesible.

Más tarde se han apagado las luces de la sala y un fotograma nos ha invitado a utilizar las gafas. La primera sensación es de oscuridad, aunque a decir verdad, si se nota todo algo más nítido. La segunda es de incomodidad, podrían habernos dado unas de esas de papel, de las que regalaban con el “Quo” y esas revistas para que las comprara alguien.

Cómo pesan las muy jodidas. Esa es otra. Llevo toda la santa vida viendo en los espejos de mi casa la evolución del caballete de mi nariz debido al uso de las gafas, y ahora me ponen unas de medio kilo para ver una peli. Si esto es el futuro y de aquí a diez años van a ser necesarias para ver cualquier clase de cine… no quiero imaginarme las narices de Ibrahimovic, la princesa Letizia y Rossi de Palma dentro de 20 años. Van a parecer tucanes.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Bueno, muy bueno, ¡vamos, como siempre!, tu incondicional

Anónimo dijo...

"La mierdecilla de los rincones": graaande! Yo también vi Up en 3-D, y con las gafotas pertinentes. Me recordaban a las que llevaba el vejete. Te entiendo, en mi caso mi existencia con gafas/lentillas se remonta a los 10-11 años. Y debo decir que, en este caso concreto, el de Up, creo que también hice el canelo viéndola en tres dimensiones, porque la diferencia no valía la pena...

norman dijo...

Bueno, el del segundo comentario era yo, el de Celuloides en su jugo...