miércoles, 19 de agosto de 2009

Esos pequeños momentos que te alegran la vida

Llevo un par de días sin saber sobre qué escribir. Los mismos días que llevo en casa casi sin salir y sin pizca de gana de estudiar. En Albacete ahora mismo no hay quien pare, las temperaturas no bajan de 35 grados y me da pereza hasta bañarme en la piscina. Mirando el termómetro, rápidamente se me ha venido a la cabeza la palabra Thermomix. Esa fantástica máquina que todo lo hace bien, todo un lujo de nuestro tiempo.

Un día, el de antes de partir para Londres, me pasé toda la tarde mirando semejante obra de arte de la ingeniería industrial y pensando si en algún momento de mi vida tendré la mía propia. Ahora mismo soy un individuo que está a falta de dos asignaturas para terminar su carrera. Esto es lo único bueno, porque después de la carrera no hay nada aparentemente. Nada de empleo, quiero decir.

Entre pensamiento y pensamiento seguía mirando la Thermomix. Mi madre no paraba de pasar por en medio, negándome el acceso ocular al preciado objeto. En su defensa hay que decir que entorpecía mi campo visual porque estaba haciendo la comida para mañana. De ahí que tuviera que usar la Thermomix. Creo que ese aparato puede hacer de todo; pasta, pizzas, bizcochos, batidos de chocolate (única disciplina que personalmente domino), guisos varios, cocidos e incluso macedonia de frutas.

Conforme seguía admirando la majestuosidad del robot de cocina escuché un ruido por las escaleras. Una persona bajaba con un trotar bastante pesado. Se abrió paso por la cocina con una maleta de cabina y abrió el frigorífico para beberse un trago de horchata de Mercadona. Ahora trae un brik decorado así como simulando unos azulejos valencianos, muy chulo, la verdad. "¿Habéis pesado vuestras maletas? Aquí traigo la mía, solo me falta pesarla" espetó este personaje.

Pensé que debería ir al baño en busca de una báscula preparada para ello. Pues no. Sin dar tiempo a los demás allí presentes, tiró de biceps, levantó su maleta y la puso sobre la Thermomix. A continuación encendió el modo "weight calculator" y buscó con ansias el marcador digital. Obviamente yo me estaba descojonando, aquello me parecía hilarante, que idea más estupida y a la vez más brillante.

En el marcador digital de la Thermomix nunca salieron números, se encendieron muchas luces, pero ninguna de ellas fue un número. "Pufff, que follón, creo que me he pasado de los diez kilos que Ryanair pone de máximo, voy a quitar un par de jerseys y vuelvo a bajar", terminó diciendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Mucho más que genial, eres...... un pequeño Mendoza, sí,sí