domingo, 22 de marzo de 2009

No, con la bici no puedes pasar...

Hace algún tiempo y añorando mis épocas de erasmus en Leipzig, decidí comprarme una bici de estas plegables, "pa europeo yo". No caí en que ni Madrid es Leipzig y ni las gentes que viven en la capital del reino son como las del pequeño París. La bici es muy 'bonica', 'boniquisma' me atrevería a decir, hasta mi madre sacó una sonrisa de esas de cuando ves a un bebe gordo cuando la vio.

Tras comprarla por Ebay, a un usuario muy eficiente por cierto, la monté con mis propias manos y ya solo me faltaba darle aire a las ruedas, en principio un ajuste menor. Un problema que no debería retrasar mucho mis primeras vueltas por la Gran Vía madrileña. Entre mi pereza habitual y la vaguería extraordinaria que me proporciona el trabajar a diario, tardé unos cinco meses en descubrir donde había una tienda de bicis para inflar las ruedas. También hay que decir que, hacía frio y la válvula de las ruedas es alemana y no se puede inflar en cualquier gasolinera.

Descubrí donde había una tienda de bici, que resultó estar a 3 minutos andando de mi casa y me dirigí hacia allí.

- Hola. Tengo una bici con una válvula algo rara, tengo una foto, se la enseño.- Le dije al dependiente de la tienda. Antes de mirar la foto se apresuró a contestarme.

- Es alemana, tienes que cambiar la cámara, son 3 euros cada una.- Parecia un surtidor de esos que hablan de la gasolinera Cepsa que hay en la A-3 a la altura de la salida Uclés/Tribaldos.

- Vah... trae 'pa aca', toma diez euros y dame una bomba también.- Dije cabizbajo y viendo como se alejaban mis paseos en bici por Chamberí.

Era medio día, estaba cansado, había ido a la Escuela Oficial a las ocho de mañana, pero aún así me remangué y me puse a cambiar las ruedas. Por ese vicio humano de meter pitorros en agujeros, se me ocurrió ver si era posible hinchar la cámara alemana con la bomba que me había vendido el surtidor de Uclés/Tribaldos (provincia de Cuenca).

Cual fue mi sorpresa cuando vi que el aire entraba, con rozamiento y no de forma fácil, pero entraba. Ajusté el sillín y me di unas vueltas por el pasillo de mi casa, moví el sofá del salón y así pude utilizarlo como rotonda para dar la vuelta. Al día siguiente tenía que ir a la facultad y por primera vez fuí con más ganas que nunca. Llegué, tuve un rifi-rafe anteriormente contado en esta misma web y me volví.

Para ir, todo en descenso, la bici era suavidad, calidez y caras de ver a un bebe gordo cuando la gente miraba mi bici modelo Historica- made in China. A la vuelta, todo cambió, la cuesta de ciudad universitaria se me hizo eterna, hacía mucho calor, el único día de calor de todo febrero y estaba cagándome en la bici, en las cámaras alemanas y en los 8 euros que me habían estafado.

Sin embargo, yo soy testarudo y cualquiera lo puede certificar. A las cuatro de la tarde pusé la bici en ruta y me dirigí al trabajo, también era en bajada, el problema lo tendría a la vuelta. Bajé Santa Engracia, llegué a la glorieta de Bilbao, Fuencarral y luego Gran Vía, dicho así parece que está al 'lao', pero mis 25 minutos de bici no me los quitó nadie. En realidad salí algo más tarde de casa, vamos que, llegué tarde.

En la puerta, pliego la bici con la cara de las cosas bien hechas y subo la escalera que da acceso al trabajo. En el control de seguridad saludé como siempre a la auxiliar (más joven y bella) y al segurata de toda la vida (más alopécico y masculino). En la primera encontré la cara de ver a un bebe gordo y en el segundo un rostro... cómo explicarlo... como el de alguien que tiene que comprar gazpacho Don Simón porque el de Alvalle está agotado, no se si me explico.

- Con la bici no puede subir.-

- Cómo que no. ¿No hay gente que viene en coche?, pues yo vengo en bici.

- Lo siento mucho, pero deberías haber pedido un permiso a recursos humanos y que luego lo remitieran a seguridad para tramitar su aceptación.- Me dijo poniéndose burócrata.

- Pues vaya con la bici, me trae más quebraderos de cabeza que otra cosa. Pues hacemos una cosa, si te parece; la dejo atada a aquella farola y tu desde aquí le echas un ojo. Venga, macho... pórtate, en cuanto suba pido el permiso y me la subo para arriba.

- Venga, vale, pero no tardes mucho.

Al final ni pedí el permiso ni 'na de na'. Me cuidó la bici ocho horas y desde aquel día he ido siempre en metro, ser europeo aquí en Madrid es una mierda.