jueves, 22 de octubre de 2009

La educación a veces no lleva a ningún sitio

El otro día fui a Ikea. Es curioso esto porque cada año suelo ir a Ikea por la mismas fechas y también cada año suelo comprar lo mismo. Digamos que se ha convertido en mi compra anual de materiales extraescolares, con la salvedad de que tengo 23 años y lo que compro no suele valer para nada académico. Bueno si, siempre me suelo traer unos cuantos lapiceros de esos que te ofrecen en la puerta para que apuntes en qué lugar del almacén se encuentra tu antojo.

Cada año compro un mesa de esas cuadradas (antes 9,99 "ahora hemos bajado el precio 4,99), un edredón (de lo que llaman 'frescos' por no decir barato, 'de mierda' o 'que se le van las plumas a los laterales y no abriga una mierda', antes 19,99, ahora 15,99), un flexo (aquí voy cambiando de modelo según la habitación, este año me ha tocado uno de pinzas para poder leer en la cama). ¡Que aún no sé por qué lo he comprado, si yo no leo! Otro producto muy comprado es la típica papelera de plástico a 1,5o, antes compraba una, ahora me llevo dos y una la uso para la ropa sucia.

Esto me recuerda al dicho eso de que por cada hombre hay siete mujeres. Entonces piensas que algún cabrón debe tener 14... pues esto igual. Si cada año compro lo mismo en Ikea, dónde cojones se han metido esas cosas para al año siguiente tener que volver a comprarlas. Esto de Ikea viene porque ir a comprar al gigante sueco del hogar siempre suena bien. Muebles modernos y baratos, la gente siempre suele decirte "me encanta Ikea, tienen cosas muy chulas". Esto lo dice la gente que no va una vez al año como yo, y siempre a comprar lo mismo.

Lo peor de Ikea no es ir, es volver. Sobre todo cuando no tienes ni coche, ni furgoneta, ni un amigo taxista. Fui bastante previsor y justo después de pagar me comí dos perritos calientes al estilo sueco, tenía que coger fuerzas. De Hospitalet a Plaza España era todo en bus, ahí no había problema. Una vez en la plaza de España (bastante más bonita que la Madrid, por cierto) solté piernas y me lancé a andar. En una bolsa de esas azules conseguí meter una mesa, el edredón, sábanas, dos papeleras, el flexo y alguna cosa más. Tuve que subir ocho manzanas a pie y cargado como si fuera un hombre-burro.

Estaba a cinco metros del portal y vi como una mujer entraba, apreté los dientes y corrí para ahorrarme ese desagradable momento que suponer buscar las llaves. Y lo conseguí, incluso la mujer me llegó a aguantar la puerta abierta. Encaramos el ascensor, había una mujer a punto de subir y también esperó. "Joder, que suerte estoy teniendo, seguro que hay algún compañero de piso entrando o saliendo y tampoco tengo que abrir la puerta de casa".

-¿A qué pisos van, señoras?- Dije primero, para mostrar mi lado más educado.
-Pues yo al segundo y ella al séptimo.- Mierda, pensé. Yo voy al tercero y voy a tener que dejar salir a la que va al segundo, con lo cargado que voy. Se está complicando la cosa.

El ascensor parecía que iba bien, como siempre. En 15 segundos se plantó en el segundo piso. Abrí la puerta e hice el gesto de salir, para que la señora pudiera abandonar el ascensor sin estrecheces. La puerta se abrió bien, pero no resultó estar a la altura del segundo piso. me explico. El ascensor se había quedado unos 25 centímetros por debajo del nivel que debía. Esos 25 centímetros supusieran que me tropezara y me cayera de boca, menos mal que mi bolsa azul hizo de parapeto y evito el siempre molesto golpe de la mandíbula contra el suelo.

- Eso es que has abierto la puerta demasiado pronto.- Me dijo la mujer a la que estaba intentando dejar salir de forma caballerosa. Ni un "qué tal chaval" ni "¿te has reventado la pierna o es solo que me lo parece a mí?... nada de eso. Solo le importaba su ascensor Otis-Zardoya...

- Pero señora... eso tiene un cierre de seguridad, hasta que no se abre del todo la puerta de fuera yo no puedo abrir ésta. Además solo intentaba ser señorial y dejarla salir. La que tendría que haberse dado la hostia es usted que para eso vive en el segundo y además no lleva bolsa gigante de Ikea.

Del segundo al tercero me subí andando. Por seguridad.

1 comentario:

Pablo dijo...

Macho, lo que no te pase a ti... :D
De cualquier forma, tienes toda la razón. Malditas viejas, no veas el asco que les tengo, y me la suda que no sea políticamente correcto!