miércoles, 10 de octubre de 2012

El planificador de la angustia

Para él el tiempo lo era todo, más importante que el placer, la satisfacción o el disfrute. Que el dinero o la felicidad. Quería disponer del tiempo antes que los demás. El principal objetivo de su vida era evitar y prevenir las esperas imprevistas, odiaba disponer de dos minutos libres sin que fuera él mismo quien los hubiera elegido.

Así controlaba todo lo que le rodeaba, su tiempo y el de los demás. Era como el software ese de la Fórmula 1 que te dice el tiempo de cada piloto en cada vuelta, pero en la vida real. En lugar de pilotos, en su tabla mental había amigos, enemigos, familiares, el chino propietario de la tienda de debajo de su casa, vecinos, y hasta conductores de autobús (alguno de ellos paraba a echarse un pitillo al llegar a su parada y eso le sacaba de los nervios).

Sabía cuando el cajero de su banco se iba a desayunar para no ir, tenía controlados los turnos de las cajeras de Mercadona para hacer la compra cuando estuvieran las más eficientes. Conocía las calles de la capital donde menos voluntarios de MédicosMundi había apostados en busca de una domiciliación bancaria. A diario llamaba a Metro de Madrid para saber qué días le tocaba revisión a las escaleras mecánicas en las estaciones que él usaba para así ir en ascensor.

Tenía en cuenta que si era hora punta podría no entrar al ascensor en la primera tanda, por lo que siempre llevaba 10 euros que era lo que le costaba el taxi. En caso de llegar a este extremo, siempre elegía taxis híbridos. Pensaba que al tener dos fuentes de energía, era más difícil que le dejaran tirado, con la pérdida de tiempo que ello conllevaba.

Apenas disfrutaba las cosas, jugaba al fútbol con el iPhone con la mano mientras leía prensa o compraba cosas por internet, aprovechar el tiempo era su único planteamiento de vida. Una Nochevieja, cuando era más joven, la cena discurrió demasiado deprisa porque había cigalas de menos, aun quedaba una hora para las campanadas. Desapareció del salón, su familia lo buscó durante más de media hora y lo acabaron encontrando en el baño comiéndose las uvas a puñados.

El día de su boda él mismo organizó todo a fin de que los tiempos de espera no superaran los diez segundos. Contrató a un chofer suizo para que la novia no se demorara, pintó el coche de su padre como si fuera un taxi para que pudiera usar el carril del transporte público en caso de advertirse una pequeña demora. Un técnico de sonido amigo suyo le aceleró la marcha nupcial un 30% para que la novia hiciera el paseíllo más rápido aunque sin romper la magia del momento. Aún así, él no lo soportó, y cuando la novia llegó al altar él estaba viendo un vídeo de goles de Cristiano Ronaldo en Youtube. Una vez acabó, pudo casarse.

La prejubilación le pilló de sopetón y sin avisar, con 55 años se vio un martes sin nada que hacer, así que se fue a ver una obra. Se trataba de un tanatorio-crematorio de iniciativa privada, pasaban los meses y la obra no avanzaba en demasía, así que por las noches se colaba por debajo de una valla y colocaba ladrillos según las indicaciones que ponía en unos planillos que encontró en la caseta de obra. Unos meses más tarde el alcalde inauguró el crematorio cortando una soga, que iba mejor que una cinta en el símil mortuorio.

Nadie sabe qué ocurrió ese verano pero pasaron dos meses sin que nadie falleciera, y el desasosiego de nuestro protagonista era insostenible. Se había involucrado tanto que necesitaba ver ese horno en marcha. Una madrugada, harto de esperar, raptó al periquito de su vecino y se coló en el crematorio con el objetivo de hacerlo vuelta y vuelta. En un momento de despiste el pájaro se le escapó y empezó a piar haciendo saltar las alarmas. La seguridad privada se presentó en apenas cinco minutos y él, en plena oscuridad se escondió en lo que parecía ser un armario.

Era un ataúd de pino, tapizado en olor limón y con tres centímetros de viscolatex. No murió, pero pasó 31 horas y 25 minutos esperando a que alguien lo hiciera y abrieran el ataúd para sacarlo de ahí. Horas en las que no pudo más que estar consigo mismo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy bueno!!!

Anónimo dijo...

Bonito, triste y real como la vida misma, esas prisas y ganas por tener tiempo acumulado, " Para lo que pueda ocurrir" , y ¡qué puede ocurrir!' Mientras pensamos todo esto: perdemos todo el tiempo que tenemos para bebernos la vida....... Hay que dejar esa forma de vida de lado. Gracias