miércoles, 10 de junio de 2009

La importancia del tipo de vaso en el futbol de ataque

Jugar al fútbol es una de mis pasiones, desde pequeño me encanta darle 'patadicas' al balón. Muchas veces, sobre todo en clases de idiomas y a modo de práctica me han preguntado ¿qué sueñas ser de mayor? siempre he respondido lo mismo, "yo, futbolista".

Humildemente he de decir que conforme pasan los años juego mejor. Quizás a la edad de 30 años pueda jugar en algún equipo de tercera, quien sabe. De pequeño no jugaba mal, lo que pasa es que tenía alguna que otra desventaja con el resto de mis compañeros. La primera residía en mi reducida estatura (soy de los que di el tirón a los 17 ó 18) y la segunda, mucho más definitiva que la primera, era la ausencia de lentillas en ese momento. Pon tu a Messi a jugar con 4 ó 5 dioptrías de hipermetropía y astigmatismo en cada ojo. A ver cuantos balones controla así de primeras.

Ya rompía yo suficientes gafas en mi día a día como para sacrificar un par cada domingo de partido. Con el avance de la óptica y de mi estatura pude subsanar estos problemas a los 17 años, justo cuando empecé a jugar al fútbol de forma aceptable. Bueno, ese no es el tema, que me estoy perdiendo...

...ah si, ayer fui a jugar al fútbol. Iba con un par de amigos íntimos y con otra veintena que no conocía. El grupo se podría dividir en dos subgrupos si nos atenemos a razones socioeconómicas. Uno primero, cerca de la treintena, profesores en su mayoría, bien avenidos y con muchos cuartos al no tener que pagar aún hipoteca. El segundo, igual de numeroso, estaba compuesto de chavales de barrios periféricos de Albacete, todos entre los 18 y 20 años. Ambos grupos con algo en común, muchos años de fútbol provincial.

A la hora de hacer equipos, la cosa estaba clara. Me integré en el primer grupo, más afin a mi idiosincrasia, salvo por la edad y el dinero.

-¿Tenemos petos? de alguna forma tendremos que diferenciarnos.- Dijo una voz proveniente del primer grupo.

- ¡No pasa na! jugamos nosotros sin camiseta, que así nos da el sol.- Respondió de forma instántánea uno de los integrantes del grupo dos.

Si en algo me parezco a mi madre es en que si pongo atención no se me escapa una. En cuanto se despojaron de las camisetas saqué varias conclusiones. Estaban casi todos cultivados en gimnasio y eran de piel bastante oscurecida, lo cual me hace pensar que suele jugar sin petos casi a diario. La mayoría llevaba un tatuaje y en algunos casos cicatriz.

Una vez con el balón rodando, me di cuenta de que nos iban a meter una tunda importante. Corrían el doble. En uno de los los lances del partido uno de ellos, posiblemente el mejor de los 22 sobre el campo, metió un gol bastante bonito. Volvía de celebrarlo y me crucé con él. Derrepente, un destello de luz cegó mis ojos y temí volver a mi época de alevín cuando no veía al balón acercarse. Algo les pasa a mis lentillas, nunca llegaré a ser futbolista, pensé.

Pasados cinco segundos, todo volvió a la normalidad. El goleador dejó de darse golpecitos en el pecho a modo de celebración y por fin pude descubrir el nacimiento de ese haz de luz cegador. El susodicho en cuestión llevaba un piercing de oro en plena aureola 'pezonil'. Eso debería tener 300 millones de quilates como poco. Aún frotándome los ojos le felicite por el gol.

-Si, es que juego en el Alba.- Me contestó acto seguido.

El partido finalizó mejor que peor, y cada uno salió de las instalaciones buscando su coche. Mientras la gente de mi equipo abría con el mando a distancia sus Audi, Opel y Volkswagen de tres puertas, el equipo dos entraba uno a uno en un vehículo industrial. Yo diría que era una Citroen Jumper.

La gente de mi equipo se emplazó a tomar un refrigerio en una plaza cercana. Con los coches ya aparcados y un acuarius por barba en mano, comenzamos a departir. Rápidamente, un chaval que destacó en el partido abrió conversación:

- No sé si fue el viernes o el sábado, pero el finde pasado batí mi record. Me metí un whisky con coca-cola en 1,4 segundos, en copa de estas con forma de balón. Se nota un montón que tiene la boca más ancha que los de tubo. Luego probé en tubo y tardé 1,8.

Lo peor de todo es que uno de sus amigos que aún estaba dentro pidiendo el acuarius, salió ipsofacto con un brazo en alto hacia nosotros al escuchar la conversación.

- ¡¡Si si!! Aquí tengo el vídeo.

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