jueves, 25 de junio de 2009

El Plan E de la piscina de la Complutense

Mi universidad se ha marcado el objetivo de terminar con la crisis y con el paro de un plumazo. Se han creado su propio Plan E, que es inigualable, fiable, y que sobre todo genera puestos de trabajo útiles y con proyección.

Volvía de ver que efectivamente me habían suspendido derecho de la información y me dirigía a la piscina, donde me esperaban los amigos para pasar una entrañable tarde de piscina. Era mi primera vez y no me podía imaginar lo que me esperaba, ni de lejos.

No se si os acordáis de cuando me renové el DNI. Había un agente que solo se dedicaba a dar el ticket, vamos que se dedicaba a dar la vez. Era un hombre convertido en uno de esos dispensadores de tickets rojos de la charcutería de mercadona. El dispensador había cobrado vida y encima tenía bigote. Pues esto es parecido.

Bajé unas escalerillas y enfilé la entrada de la piscina con mi carnet de la Complutense en mano. Confirmé en un tablón que mi tarifa era la más baja, 2,85 euros y me puse en la cola. En este caso la vez se guardaba de forma tradicional; "¿quien es el último?". Era ya mi turno y me topé con el primer de los beneficiados del Plan E piscinero, un hombre mayor, de unos 60 años, pelo cano y pinta de intelectual.

- Muy buenos días, son 2,85 por ser de la Complutense.- Me dijo bastante serio, pero muy profesional. Le di 10 euros y parecía que nuestra relación cliente-trabajador había terminado.

Acto seguido me devolvió un billete de cinco euros, aquí entra en juego el Plan E piscinero. Los otros cinco euros se los dio a otro compañero. Este segundo profesional lo cambio en monedas e introdujo el dinero moneda a moneda en una máquina de los años 80. La máquina expendió un ticket y ya parecía que iba a conseguir entrar en la piscina. Este segundo profesional tenía otras características, más joven y musculado estaba acorde a las exigencias físicas de su puesto.

Puse la mano esperando las últimas vueltas, esos 2,15 euros restantes. Noté el peso de la calderilla en mi mano, pero ni rastro del ticket. El papelito había pasado a manos de un tercer empleado. Enratonado, con gafas, estaba sentado en un pupitre de preescolar detrás de la máquina que producía los tickets. Me hizo un gesto para que me acercara a él y liberara espacio de la cola y así pudieran pasar los demás.

Miró el papel salido de la máquina de arriba a abajo, como comprobando su veracidad. Cómo va a ser falso si acaba de salir de la máquina y por si fuera poco, se lo acaba de dar su propio compañero (el especializado en la introducción de monedas), pensé por mis adentros.

-Todo en orden, adelante-. Espetó con una voz ronca y de ultratumba muy poco propia de alguien de sus características físicas. A la vez que me daba el visto bueno firmó el ticket y me lo dio.

FIN DEL RELATO.

Creo que no se han dado cuenta de que si prescinden de la máquina aún podrían trabajar un par de personas más en semejante rompecabezas con forma de acceso a la piscina. Ya lo dice la prensa económica "Innovación y creatividad contra la crisis".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu eres medio tonto chaval y no se a que piscina has ido pues en la piscina de la complutense no se trabaja así. La persona que hace el primer filtro en la piscina, está para agilizar los tramites para que no esperes tanto. Aprovecho la ocasión para alavar el excelente trabajo de los empleados de las instalaciones deportivas.