miércoles, 12 de marzo de 2008

Día 174. Capítulo 1. Final feliz.

Recién llegado de los países bálticos he podido comprobar como dos de mis teorías eran ciertas. La primera es que con buena compañía y diciendo tonterías a mansalva te lo puedes pasar bien hasta en Teruel, y segundo y no por ello menos importante; si vas a viajar por el este de Europa, cuanto más cerca de Polonia mejor. Ello te garantizará un bienestar y una anchura económica muy agradable.

Nueve días por los países bálticos dan para mucho, para demasiado, incluso me atrevería a decir que se hacen largos. Como hay muchas cosas que contar y no me quiero olvidar de ninguna voy a proceder de la siguiente manera. Os contaré el viaje como si de una novela folletín se tratase, pero voy a tratar de innovar en el formato. Lo haré en narración inversa, es decir de final a principio. Me acordaré mejor de las cosas y quizás así lo gocéis más.

Erán más o menos las 20:00 cuando llegamos a Riga (capital de Letonia, lo aclaro porque sé que hay muchos que lo aprendisteis como "URSS, capital Moscú")era nuestra segunda vez en el Paris del Este, ya lo conocíamos y nos dirigimos directamente al Hostal. Dejamos las cosas y nos fuimos a al supermercado a por la cena. Era la última noche así que nada de racaneos absurdos, un litro de cerveza de exportación danesa, fuet casademont y una barra de Pan. Llegamos al Hostal de nuevo, nos comimos la barra entera de salchichón y nos pusimos a ver una peli.

Era una de las primeras de Nicole Kidman, una que se enamora de un niño que se hace pasar por su marido difunto o algo así, vaya... una obra maestra prácticamente. Aunque solo lo fuera para el niño que puede jactarse de haberse enrollado con Nicole Kidman a la temprana edad de 10 años. Este niño tiene un futuro esplendoroso, decir lo contrario sería mentir, eso es así, habrá que verlo con 25 ó 26 años. Se va a hinchar casi seguro. Pues eso, se acabo la película, cerraron la recepción y nos mandaron a la cama.

Nuestra habitación era de 10 personas, cuando entramos solo una dormía. Una joven australiana muy simpática aunque algo entrada en carnes, nos lavamos los piños hicimos nuestras respectivas camas y nos metimos en el sobre. Aunque el viaje a nivel de ronquidos habia sido bastante horrible, aun no sabíamos lo que nos esperaba esa noche. En cuanto dejamos de hablar comenzamos a sentir los cientos de decibelios que generaba aquella inmensa canguro australiana.

No se escuchaban ni los coches de calle, temblaban las literas y todo. "Joder como ronca..." le grite a Higinio (litera superior) para comprobar que él tampoco podía dormir con ese festival. Tardó muy poco en responder, efectivamente tampoco podía conciliar sueño. Eso era inhumano, que tortures a tu cónyuge con esos ronquidos después de 20 años de matrimonio es comprensible hasta para Dios, pero a nueve desconocidos no tiene perdón.

Apenas 4 ó 5 minutos después de hacer yo esa reflexión y pillando algo de sueño un enorme estruendo se apoderó de la habitación. Giré la cabeza a mi izquierda y eso no era comprensible ni para Dios. Entre el peso y la vibración de los ronquidos, el somier de la joven australiana se había vencido. Se escucharon tímidas carcajadas mientras ella comentaba en voz baja su desdicha. A partir de ese momento no se volvió a escuchar otro ronquido en la habitación y se pudo dormir hasta las 11 de la mañana sin ningún tipo de contaminación acústica.

A la mañana siguiente movidos por la curiosidad levantamos su colchón... Partir 3 tablas de un somier es algo que solo unos pocos pueden hacer en este mundo. No la volvimos a ver.

No hay comentarios: